Gálatas 5, 16-25
Por eso les digo: anden según el Espíritu y no
llevarán a efectos los deseos de la carne. Pues los deseos de la carne están
contra el Espíritu y los deseos del Espíritu están contra la carne. Los dos se
oponen uno a otro, de suerte que ustedes no pueden obrar como quieran. Pero, si
los conduce el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Es fácil ver lo que viene de la carne: libertad sexual,
impurezas y desvergüenzas; culto a los ídolos y magias; odios, celos y
violencias; furores, ambiciones, divisiones, sectarismos, desavenencias y
envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les vuelvo a declarar lo que
ya les he dicho: los que hacen estas cosas no heredarán el Reino de Dios.
En cambio el fruto del Espíritu es caridad, alegría y
paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad, mansedumbre y
dominio de sí mismo, Ahí no hay condenación
ni Ley, pues los que pertenecen a Cristo Jesús tiene crucificada la
carne con sus vicios y sus deseos.
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el
Espíritu. No busquemos la vanagloria; que no haya entre nosotros provocaciones
ni rivalidades.
Romanos 8, 5-14
Los que se guían por la carne piensan y desean lo que es de la carne;
los que son conducidos por el Espíritu van a lo espiritual. La carne tiende a
la muerte, mientras que el Espíritu se propone vida y paz. No hay
duda que el deseo profundo de la carne es rebeldía contra Dios; no se conforma
y ni siquiera puede conformarse al querer de Dios. Por eso, los que están bajo
el dominio de la carne no pueden agradar a Dios.
Mas ustedes no son de la carne, sino del Espíritu,
pues el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tuviera el Espíritu de
Cristo, no sería de Cristo. En cambio si Cristo está en ustedes, aunque el
cuerpo valla a la muerte a consecuencia del pecado, el espíritu vive por estar
en gracia de Dios. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los
muertos está en ustedes, el que resucitó a Jesús de entre los muertos dará
también vida a sus cuerpos mortales; lo hará por medio de su Espíritu, que ya
habita en ustedes.
Entonces, hermanos, no nos debemos a la carne ni hemos
de guiarnos por ella; de guiarse por la carne, ustedes irían a la muerte. Si
ustedes, en cambio, acaban con las obras de la carne gracias al Espíritu,
vivirán. Pues todos aquellos a lo que guía el Espíritu de Dios, éstos son hijos
de Dios.
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Para poder vivir según el Espíritu hay que morir al yo y poner a Cristo
en primer lugar. Hay que negarse a sí mismos, a los deseos e intereses. No
vivir atados a lo deseos de la carne, sino a los del Espíritu. Los deseos de la
carne le roban y quitan al ser humano su dignidad como persona, y mata y ahoga
lo bueno que hay en él, por lo tanto no deben dominar ni prevalecer en él, sino
debe dominar y prevalecer los frutos del Espíritu.
Hay que vencer y dar muerte
a las pasiones de la carne, para que obre y se manifieste el Espíritu en
nosotros. Se debe vivir en libertad de
espíritu, en amor y por amor hacia Dios. No dejarse vencer por la corriente de
las pasiones, sino por la fuerza y el poder del Espíritu, para poder vivir con sentido de responsabilidad
cristiana, reflejando que somos hijos de un Dios que da vida. Y así poder guiar
a los demás hacia un caminar en el Espíritu.
Viviendo en el Espíritu se
tiene luz y vida, ya que se vive siempre en aceptación de la voluntad de Dios y
se acepta con alegría lo El disponga para cada uno de nosotros. Los que se
guían por el Espíritu, van a lo espiritual y viven en libertad,, seguridad y
alegría, ya que no se dejan atar por las exigencias de la carne. Hay que
dejarse guiar por el Espíritu, para poder ser transformado y vivir una nueva forma
y estilo de vida a imitación y a ejemplo de Cristo.
María Díaz